LA OTRA CRÓNICA | La valentía del Leganés no es suficiente para puntuar en Girona

  • El Leganés ha perdido 2-1 en Montilivi a pesar de empezar ganando 
  • Los 50 puntos para el Leganés tendrán que esperar dos semanas

Como en la primera vuelta, empezó ganando el Leganés y remontó el Girona. Y como en la primera vuelta, ha sido Fran Sandaza el que ha marcado el gol de la victoria. El Leganés ha perdido 2-1 en Girona a pesar de adelantarse en el marcador con un gol de listo de Chuli. Los de Garitano hicieron una muy buena primera parte. Tuteando a uno de los mejores equipos de la Liga Adelante. Salieron valientes y con la pelota en su poder. Pero no fue suficiente ante un Girona que fue de menos a más. La primera parte acabó en tablas y sin goles.

En la segunda, salieron mejor los gerundenses pero marcó el Leganés.  Balón largo que controla Chuli, auto pase ante el portero, se le adelanta Richy que se duerme y el delantero onubense mete la puntera para márcar el 0-1 y su octavo gol en liga superando los 7 de Borja Lázaro. Pero el Girona no es un equipo que se rinde, estaba jugando en casa y mejor en la segunda parte. A los diez minutos empató Mata. Y entonces Machín ganó la pizarra cambiando su habitual dibujo. Quitó a Cifuentes y puso a Fran Sandaza. Y con 3 delanteros en vez con 3 defensas apareció Sandaza para plantarse ante Serantes y márcar el 2-1 rompiendo la línea defensiva del Lega en una contra perfecta.

Garitano puso a Velasco y Rabello, quitando un defensa y quedándose con tres atrás. Pero la valentía desesperada de Asier no trajo el gol. El Leganés dominó el último cuarto de hora y encerró al Girona en Montilivi, pero no creó ninguna ocasión clara para empatar. Al final, derrota y los anhelados 50 puntos tendrán que esperar dos semanas más.

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LA OTRA CRÓNICA | Lo confieso, soy un creyente en Butarque

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Lo confieso, soy creyente. Creo en Asier Garitano como único guía, creo en la plantilla del Leganés como su instrumento y creo en Butarque como el templo del fútbol de nuestra religión pepinera. Alguno pensará que me he vuelto gilipollas y se estará descojonando de la tontería que acabo de escribir. Pero habrá otros, los que han ido a Butarque a los cuatro partidos que ha jugado el Leganés en casa y que estuvieron en la grada la temporada pasada que comprenderán lo que digo, lo que siento y a lo que me refiero. 


Lo reconozco, soy «Garitanista«. Y lo soy desde el año pasado, desde que cambió el once ante el Getafe B a mitad de Liga (Jornada 33) y subió al Lega a Segunda diez años después. Y en estos cuatro partidos que llevamos de Liga no solo he renovado mi fe, sino que me he convertido en creyente y devoto de la filosofía de Garitano.

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El que no ha ido a Butarque en Segunda se pasaría toda la semana pasada criticando el once de Asier en Lugo. Sin embargo, el que le conoce, le ha vívido y le ha sufrido se pasaría la semana saboreando el punto conseguido en un campo tan difícil como es el Anxo Carro gracias al genial planteamiento de «Gari«, que salió sin delantero centro. El que solo conoce al técnico de Bergara desde el 24 de agosto se pasaría ayer toda la primera parte rajando de su once ante el Racing, preguntándose por qué no jugaba Diamanka. El que le conociera de Segunda B a lo mejor le hervía la sangre porque el Guaje o Dioni empezaban en el banquillo, pero hasta con el 0-2 respiraba tranquilo, confiaba y esperaba. Esos, los habituales, esos no estaban preocupados, solo creían y tenían fe. Y mientras, animaban al Leganés.

Tras una buena primera parte, el Leganés llegó al descanso perdiendo por dos errores puntuales (como ante el Alavés, como ante el Llagostera). Pero yo tenía confianza, lo dije en mi twitter en el descanso: «Se puede levantar» y se levantó.  Porque a pesar del resultado, lo se que veía en el campo no era lo que decía el marcador. A base de musculo, Borja Lázaro se convirtió en imprescindible en  Butarque. Por su entrega, su lucha, su brega y su pelea. Saltó con todos, se pegó con todos, les metió el cuerpo a todos los defensas cantabros y les ganó a todos, menos al arbitro, que le anuló un gol.

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Luego vino el sermón de Garitano en el descanso, su parábola. Otra vez, como en el descanso ante el Mallorca. Y los jugadores escucharon en silencio, de rodillas. Y volvieron a creer. Comulgaron una tarde más con la doctrina de su entrenador para entrar en comunión con una grada que ya tiene una fe inquebrantable. Y juntos, ocurrió de nuevo el milagro. Primero con una genialidad de Rubén Peña, que asistió a Diamanka para que colocara la pelota en la escuadra de Mario. Quedaba media hora por delante, el infierno empezaba a quedar atrás y las luces de los focos empezaban a alumbrar el cielo. Pero las religiones exigen sacrificios, ayer Garitano sacrificó a Aguirre, Candela y Velasco, para ungir a Diamanka, Carlos Ázvarez y Eizmendi como salvadores de su fe. Y si Diamanka le devolvió su confianza en el primero, Eizmendi lo hizo en el segundo, porque no fue suyo, pero casi. Borja Lázaro bajó el balón para Álvaro, que prolongó a la izquierda para Soriano, su centro lo cabeceó Eizmendi al palo … y cuando parecía imposible, apareció Álvaro García para meter el balón en la portería y para que tanto equipo como grada alcanzaran juntos y a la vez el éxtasis del empate. Y aún pudo ser más, porque el Diablo no quiso ver un penalti sobre Borja que podía haber supuesto la victoria.

Yo creo, ¿y tú?