Nunca he dejado de ser corredor

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Cuando uno es corredor nunca lo olvida, ni aunque una lesión en la cintilla iliotibial te lo impida desde hace 6 años. Es como fumar, cuando has sido fumador lo sigues siendo aunque lo hayas dejado. Cuando llevas el ‘bicho’ dentro siempre vuelve. Y lo digo por experiencia, he dejado de fumar varias veces durante periodos muy largos (hasta 6 años) y volví. Ahora no fumo, por cierto.

Me lesioné en diciembre del 2008. Llevaba varios años corriendo en el parque y en cinta, desde 2005. Era corredor antes de que el ‘running’ se pusiera de moda. Fue subiendo, a los 25 minutos. Dolor en los laterales de las dos rodillas y me quedé literalmente cojo. Volví a casa arrastrándome. Y comenzó mi infierno. Subir y bajar escaleras era sufrir. Y vivía en un tercero sin ascensor.

Visité a un traumatólogo en la Quirón, no me acuerdo de su nombre pero muchas veces me acuerdo de su familia. Porque según él mi dolor era por la inactividad. Estuve 10 meses sin correr tras el nacimiento de mi hija y volví cuando ella empezó la guardería. Me aconsejó que siguiera corriendo. Maldito consejo.

A partir de ahí comenzó el calvario. Una fisio, también de la Quirón, me diagnosticó “cintilla iliotibial, nunca había oído hablar de ella, ni siquiera sabía que tenía una cintilla iliotibial. Nunca me había lesionado corriendo. Por lo visto, con el roce, mi fascia lata (de las dos piernas) se inflaman en la inserción con la tibia. Hice un mes de rehabilitación. Nada.

Luego estuve con Óscar, un fisio de Zarzaquemada que en dos etapas ha intentado de todo conmigo. Masajes, estudio de pisada, plantillas, acupuntura y la dolorosa y temida EPI. Nunca he sufrido tanto como con la Electrólisis Percutánea Intratisular. El que la ha probado sabe de lo que hablo. La EPI mejoró mucho la zona, que al parecer se había necrosado. Desde entonces, el dolor salió de los laterales de las rodillas y se acomodó un palmo por encima, casi a mitad de muslo.

En estos años he estirado tanto que parezco un chicle. Varias veces he creído que lo superaba. Pero ha vuelto. He sido metódico. Disciplinado. Obediente con lo que me han pedido que hiciera. Y no ha servido de nada. El sufrimiento lleva a la ira, y la ira a la desesperación. Siempre he sido una persona positiva, pero reconozco que me he venido abajo varias veces.

No hay nada como querer hacer algo que no puedes. Por la calle siento envidia sana de los ’runners’. Les miro y aparto la vista. Y en mi cabeza una pregunta ¿Por qué yo no puedo? Nunca me rindo. Soy joven. Y no voy a bajar los brazos, digo las piernas. Cada cierto tiempo vuelvo, con el deseo y la fe de que haya desaparecido. Pero el dolor siempre está ahí, acechando para aparecer de nuevo y matar mis sueños.

Llevo 4 meses viendo a un Osteopata que le aconsejaron a mi mujer. Sus métodos de trabajo son, … distintos. Y ahora creía que por fin podía terminar la pesadilla. Pero tras empezar a correr de nuevo, por enésima vez, el dolor en el lateral del muslo sigue viviendo en mis piernas. Incluso en reposo está ahí. Como un intruso desagradable y antipático que no se va a marchar, como el inquilino que no paga la mensualidad y al que no consigues echar.

Desde aquel mes de diciembre de 2008, nunca he dejado de ser corredor. En incontables ocasiones me he calzado mis zapatillas, el pantalón corto y la camiseta transpirable, siguiendo el mismo ritual. Como se visten los toreros su traje de luces. Solo así me he sentido corredor de nuevo, con retos, sueños, marcas y objetivos en la cabeza. Mientras mis piernas lloraban con dolores, molestias, pesadillas y fracasos. Lo difícil se hace y lo imposible se intenta. Yo lo intento. Y no voy a dejar de intentarlo, porque ser corredor nunca se olvida.

(NOTA: Este texto le escribí hace unos meses y lo guardé en mi cajón de borradores. Hoy lo saco, porque he vuelto a probar, a correr. Y hoy he llegado más lejos que en los últimos 6 años)

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