Arturo Rodríguez Pérez-Reverte ha rescindido con el Alcorcón, donde estaba cedido por el Córdoba y ha firmado a préstamo, hasta el verano, por la Llagostera.
Arturo venia de hacer una gran inicio con La Roda, que le sirvió para fichar por el Córdoba en enero y ayudar en el ascenso a Primera. Fue el máximo goleador en la primera vuelta del grupo IV de la Segunda B, con 15 goles en 19 partidos. Con el Córdiba marcó dos goles, al Recre y Alcorcón, pero en Santo Domingo no ha podido demostrar lo que vale. No le han dejado.
Le conocí antes del derby ante el Leganés, en un acto en Tres Aguas, la última semana de septiembre. Ya no estaba jugando mucho, aunque al menos iba convocado. Le pregunté qué tal estaba y con una sonrisa me dijo que tranquilo, que todo llega y había que tener paciencia. Enseguida me di cuenta de cómo era: un tío que hasta en las malas no pierde la sonrisa. Y me pareció sincero.
Semanas después, y tras haber jugado solo 17 minutos, dejó de ir convocado. Un domingo me acerqué a saludarle tras haber salido en los minutos de la basura, en la derrota con el Girona. Le dije que con tan poco tiempo y tanta presión era difícil demostrar lo que vales. Y volvió a sonreírme, estaba contento porque al menos había saltado al césped. Le dolía más haber perdido que haber participado poco.
En Córdoba le llamaban el Capitán Alatriste, por el personaje de las novelas de su tío. Y hoy, pensando en su salida del Alcorcón, me he dado cuenta de que en verdad lo es. Arturo es un Caballero como Diego Alatriste en el Madrid del siglo de Oro, que pone su talento a disposición de quien lo necesita. Un soldado en el que el honor y la dignidad son sus señas de identidad. No ha jugado y nunca ha rajado, no se ha quejado, lo ha asumido y siempre con una sonrisa. Se va defendiendo que Bordalás tenía una idea y él no consiguió cambiarla y por eso no tuvo más oportunidades. Asume la culpa como si fuera suya. Y hay una más, aunque esa no os la voy a contar con detalles, pero otro día me demostró que aún sin contar para el entrenador no guardaba ni odio ni rencor, todo lo contrario, porque por encima de todo está su dignidad y, como el Capitán Alatriste, la defiende a capa y espada.
Espero que le vaya bien, porque yo soy de los que creen que a las buenas personas les acaban yendo bien las cosas, porque se lo merecen.
(Foto: marca.com)