Está siendo un día duro. No puedo negarlo. Me ha pillado en Butarque, en el entrenamiento del Leganés, como todos los días. Viviendo con la normalidad que tú predicas. Desde que me levanté sabía que era el día. No me ha cogido por sorpresa porque lo intuía, pero eso no significa que no te vaya a afectar. Me afecta. Llevo todo el martes de bajón. Alicaído. Cabizbajo. Casi igual que estabas tú hoy en el césped de tu estadio. Solo. Con la mano en la barbilla. Mirando al suelo. Pensativo. En ese momento ya lo sabían todos. Los últimos, tus jugadores.
Estaba en Butarque. A cincuenta metros de ti. He sentido rabia. Una impotencia que se ha convertido en pena. En tristeza. Y al mismo tiempo era cariño y agradecimiento. Se va el mejor entrenador del mejor Leganés de la historia. Y no te puedo reprochar nada, aunque odie tu marcha. Supongo que pasa así con las personas queridas, esas a las que no puedes desear ningún mal aunque no estés de acuerdo con sus decisiones. Aunque te parezcan equivocadas.
Entiendo que te vayas, joder. Lo comprendo. Llevaste al Leganés tan alto que no merecías caer. Tenías que irte en la cima. Recordado con una sonrisa y sin que nadie pudiera echarte nada en cara. Sin reproches. Con el cariño de todos. Dejas el listón tan alto, tan insuperable, que tu leyenda ya es mito. Estaba claro que nadie podía echarte, te irías el día que tú quisieras, aunque tuvieras el derecho de bajar otra vez al Leganés al infierno.
Pero ahora, ¿cómo le explico yo a Emma que te vas del Leganés? ¿Cómo le digo a mi hija que su entrenador se va? Ese entrenador con el que se ha hecho fotos, le ha pedido autógrafos y le ha dejado preguntar en la sala de prensa. Ese al que le mandaba audios de WhatsApp cada 6 de diciembre para felicitarle. ¿Cómo llego esta noche a casa y se lo explico? ¡Si solo tiene diez años y para ella solo existes tú como entrenador del Lega desde que tenía cinco!. Me dan ganas de llamarte y de que se lo digas tú. Por irte. Porque ella ya lloró cuando La Liga no le dejó seguir yendo a la zona mixta de Butarque y se perdió media temporada del ascenso a Primera. Sobre todo lloraba porque no te iba a seguir viendo. Porque para ella eres un héroe. Por eso te hacía dibujos en la cabina de la Radio, durante los partidos. Esos que luego te daba en la sala de prensa.
¿Cómo se lo digo a la cara? A ella, que tras el ascenso en Miranda lo primero que hizo fue grabar un mensaje para que te lo pusiera. No va a poder perdonarte, Asier. O quizás voy a ser yo el que no quiera perdonarte, porque eres el culpable de hacerme vivir sueños que nunca creí posibles y que solo tú veías reales. Desde tu normalidad, sin charlotadas. Siempre más cerca de ganar que de perder. Compitiendo. Con intensidad y con trabajo, sin mirar más allá, porque esa es la diferencia entre el éxito y el fracaso.
No voy a llorar, pero no voy a olvidar nunca el abrazo en la sala de prensa de Anduva. Ni la posterior entrevista sobre el césped después de la ducha en el vestuario. Aún vestido, mojado. Solo quiero que sepas que Emma guarda aquel regalo que le hiciste, esa camiseta verde pepinera del Lega en goma eva. Desde ahora sonreiremos cada vez que la veamos, porque nos acordaremos de ti y de lo felices que nos hiciste. Gracias, Asier. Gracias.